
Las
huelgas y los levantamientos populares que recorren el norte de África y Oriente
Medio en los últimos meses,
así como la ofensiva militar del imperialismo contra Libia y Costa de Marfil
son parte de
una
nueva etapa de la lucha de clases, impulsados por la crisis económica, por el
desempleo,
la
carestía, la miseria, por las medidas gubernamentales contra la población.
El
sacudimiento que arrancó por Túnez se
extendió a Egipto, Libia, Siria, Yemen,
Bahrein y la
rapidez
con que se fue transformando la realidad y la radicalidad de los conflictos,
han puesto a
prueba
la calidad de los programas políticos.
Los
levantamientos han chocado objetivamente con los regímenes autocráticos de la
feudal burguesía que eran sostenidos por el imperialismo, trayendo a superficie
las condiciones de opresión de los explotados. Esos regímenes son una traba
objetiva para el desarrollo de las fuerzas productivas y para el progreso
social. Aunque puedan aparecer a veces como disputas religiosas, tribales,
sectarias, son expresiones de las contradicciones capitalistas, de la opresión
llamado “interés nacional”.
El
imperialismo actúa para impedir que los movimientos derriben los estados
policiales, para preparar los recambios, e impedir que las masas avancen con
sus reclamos de democracia política. El imperialismo ha sostenido esos
regímenes por décadas.
El imperialismo agita las banderas supuestamente de “libertades democráticas”, pretende proteger
a la población civil con represión violenta, para supuestos cambios en paz.
(este es un sistema de
distracción claro que solo pretende convertirse en el árbitro para seleccionar
a los próximos dictadores, para garantizar su control sobre los procesos).
Los estados siempre harán lo necesario para impedir que los
movimientos críticos no sobrepasen los límites de las banderas liberales. Las aspiraciones
democráticas y sociales de los explotados no podrán concretarse bajo ningún gobierno
burgués.
En Libia, ante la guerra
civil, con el levantamiento armado en
Benghazi, el imperialismo decidió intervenir militarmente (combinada con la
política de cooptación de una fracción del comité opositor) para impedir que
sean las masas las que resuelvan armas en mano, transformando completamente la
situación interna. Ahora la caída de
Kadafi queda en manos de la intervención militar de Francia, Inglaterra y
Estados Unidos. Esta situación obliga al movimiento mundial a rechazar la
intervención militar y a defender que la nación oprimida vuelque todas las
armas para derrotar al imperialismo. Aquí ha quedado demostrado cuáles son los
métodos de dominación sobre las naciones oprimidas recurriendo descaradamente
al intervencionismo. La bandera central para unificar a todos los oprimidos en
Libia es ¡Fuera el imperialismo! ¡Fuera la OTAN! ¡Autodeterminación nacional!
Una vez que el imperialismo ha comenzado a atacar militarmente a Libia ya no
cabe seguir planteando la bandera de ¡fuera Kadafi! tal como siguieron
sosteniendo sectores de izquierda. Sólo las masas libias deben decidir el
destino de Kadafi.
La bandera de la autodeterminación de las naciones tiene una
importancia fundamental, para rechazar toda injerencia, toda intervención del
imperialismo. El imperialismo ataca a Libia, a su pueblo, no solo a su
gobierno, las armas que se destruyen son las de la nación oprimida.
Los levantamientos en Oriente Medio y el Norte de África han obligado
al imperialismo a suspender por un tiempo los preparativos del ataque militar
contra Irán, son demasiados los frentes que se han abierto, dando lugar a
nuevas condiciones en el enfrentamiento entre los palestinos e Israel.
La OTAN (Organización
del Tratado del Atlántico Norte ) y Francia se lanzaron a un
ataque militar en Costa de Marfil contra una de las fracciones burguesas en
disputa por el gobierno.
El creciente militarismo como
lo habíamos dicho en anteriormente porque nos oponíamos al militarismo, se confirma como expresión de la bancarrota generalizada
del capitalismo, que se extiende cada vez más y de la que no puede
desembarazarse, destruyendo masivamente las pequeñas granjas colectivas.
Hemos señalado con toda claridad que el problema de los problemas es
la ausencia de dirección revolucionaria internacional y en cada uno de esos
países, capaces de liderar los profundos movimientos hacia la victoria de los
procesos revolucionarios, que sólo se podría materializar por la vía de la toma
del poder por las masas oprimidas bajo la dirección política critica, como
opción esta el movimiento anarquista que
con otros colectivos se puede
materializar las banderas de esos movimientos. Esta ausencia de dirección se
aprecia dramáticamente en los movimientos de las masas árabes. Pero, a su vez,
estos movimientos tan masivos y radicalizados, crean las mejores condiciones
para que un sector de lo mejor de su vanguardia pueda reencontrarse con las
tradiciones internacionalistas de los obreros.
La mejor forma de apoyar el movimiento revolucionario en los países
árabes en lucha es organizar la lucha en nuestro país empuñando el programa de
transición por desestabilizar a los estados capitalistas y construyendo la
conciencia en los ciudadanos.
(Posición e información tomada
en base a la Resolución Internacional del CERCI, pero puesto y sujeto a nuestra
critica desde una perspectiva Anarquista Colectiva)
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